top of page

Septiembre (III)

No hay perdón porque no hay olvido que pueda llevarse la lluvia que ahora cae permanentemente sobre nuestras cabezas. No hay abrigo que quite este frío, no hay consuelo.

Al fin se abre la puerta y corro a abrazarla, vuelvo a llorar e inesperadamente es ella quien me consuela. “Tenemos que estar tranquilas” me dice cuando la suelto. Pienso que estoy soñando, que realmente estoy viviendo algo irreal, porque nunca jamás se han invertido tanto los papeles. Me siento frágil y deseo con todas mis fuerzas regresar a casa; sin embargo, la noche más larga de mi vida no ha hecho más que empezar. Oigo el relato, una versión muy escueta, mientras se va dibujando en mi mente un esquema que no logra aclarar el cielo de mi mente; sigue nublado y amenaza tormenta.

La siguiente parada en nuestra ruta del infierno es una sala oscura, fría y vacía. Una sala que me sirve de cobijo en una fría noche de marzo, pero que no me calma el corazón. No sé durante cuántas horas espero allí mientras ella explica, con todos los detalles que nunca ha revelado, cómo ha llegado a estar en aquella silla. Inquieta, deambulo por la sala esperando impaciente que me cuente a mí qué es lo que va a pasar a continuación, porque lo peor de aquella sala no ha sido la forma de entrar, sino la forma en la que saldríamos: sin un pedazo de nuestra alma.

Es la primera noche en muchos años en la que compartimos habitación, parece que volvemos a la infancia pero es solo una ilusión. Ninguna de las dos pega ojo, en tres horas volveremos a estar en pie pero no es cuestión de cerrar los ojos, sino el corazón, y nuestro corazón tiene una herida que permanecerá abierta, sangrando, durante mucho tiempo…


Últimos posts
bottom of page