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Diario de un nuevo comienzo (II)

Con el paso del tiempo sumaban más días que se volvían en mi contra, incluso empecé a marcarlos en mi agenda. Había semanas en las que tenía dos exámenes, un trabajo y cuatro discusiones, estas últimas podía anotarlas antes de que sucedieran y siempre tenían un tick verde. Podría parecer que casi las esperaba y, en cierto modo, era así. Había intentado por todos los medios evitarlas y era algo que siempre escapaba a mi control, por mucho que yo tratase de pintar un sol en nuestra relación, de pronto llovía. Sin más, sin nubes negras que se acercan avisándote de que debes coger un paraguas. Sin previo aviso me veía inmersa en una ciclogénesis explosiva que ponía mi mundo patas arriba. Pero, aunque no me siento orgullosa de admitirlo, cuando todo pasaba, cuando la tormenta se alejaba, reinaba una paz que me calmaba instantáneamente, las palabras bonitas salían de su boca provocándome un efecto anestésico al que llegué a ser adicta. Ahora, muchas sesiones después, sé que me aferraba a aquellos momentos dulces porque era la única forma que mi cerebro encontraba para ser feliz, ya que el día a día era cada vez más duro. Los mensajes de buenos deseos tornaron en malas intenciones y en preguntas que no tenían respuesta correcta.



Mi vida se había convertido en un examen constante. Vivía por y para él. Por hacerle feliz y para evitar que se fuera de mi lado. Vivía temiendo un interrogatorio porque conocía tan bien la dinámica de nuestras peleas que sabía perfectamente que en cuanto las preguntas empezasen, la tormenta se desataría. No puedo compararlo con otra situación porque no he vivido más tenso que un período de exámenes, un tiempo en el que te esfuerzas por dar lo máximo de ti y los nervios se apoderan de tu cuerpo, de tus sueños, de todo lo que antes creías controlar. Ese tiempo en el que cuando te dan un revés debes reponerte lo antes posible y estudiar para la siguiente prueba. Así me sentía yo. Era una prueba constante y yo me esforzaría siempre por ganarla, porque la recompensa siempre era ese dulce momento de calma que él me regalaba.


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