Esperaba

Esperaba que llegaras igual que espero que llegue el otoño; con la piel desgastada y el alma fría. Anhelaba el tacto de tus dedos sobre mi nuca y la expresión de tu cara al encontrarme acurrucada bajo la manta.

Echaba de menos tus miradas lujuriosas, las inocentes y las de reproche también; incluso extrañaba tus ojos volviéndose hacia otra cuando pasaba a tu lado.

Necesitaba que volvieses, igual que un ecosistema necesita la vuelta de ciertas aves; para sobrevivir. Lo necesitaba a pesar de lo que ya sabía: no me querías. Había trabajado mucho en introducir esa idea en mi mente y en eliminar muchas otras, como la de que sin ti no podría ser feliz. Sigo creyendo que nunca más lo seré y sigo esperando que vengas a abrazarme después de una pelea; aunque no hubiese otro tipo de abrazos nunca más.

Esperaba que llegaras con necesidad y con miedo; como esperan los condenados a la silla eléctrica. Sabía que cuando llegaras me harías daño, pero la espera me desgarraba la garganta. Esperaba que un día me quisieras, a sabiendas de que no lo harías.